Fecha: 2 de agosto de 216 a. C.
Resultado: Decisiva victoria cartaginesa
Cártago: Aníbal Barca
Roma: Entre 86.400 y 87.000 hombres (16 legiones romanas y aliadas)
Cártago: 40.000 de infantería pesada, 6.000 de infantería ligera, 8.000 de caballería
Roma: 70.000 muertos según Polibio; 50.000 según Tito Livio; alrededor de 11.000 prisioneros
Cártago: 6000 muertos, 10.000 heridos
Desarrollada en la ciudad de Cannas, en Apulia, al sudeste de Italia, la batalla terminó con la victoria del ejército cartaginés, a pesar de la acusada inferioridad numérica de estos. Tras la misma, Capua y varias otras ciudades estado italianas abandonaron el bando de la República romana.
Aunque la batalla no supuso la victoria final cartaginesa en la Segunda Guerra Púnica, se la recuerda como una de los más grandes eventos de táctica militar en la historia, y la más grande derrota de la historia de Roma.
Tras recuperarse de las pérdidas de las anteriores batallas y, en concreto, de la batalla del Trebia (218 a. C.) y la batalla del Lago Trasimeno (217 a. C.), los romanos decidieron enfrentarse a Aníbal en Cannas con aproximadamente 87.000 soldados romanos y aliados. Con su ala derecha desplegada cerca del río Aufidus (hoy llamado río Ofanto), los romanos colocaron a su caballería en los flancos y agruparon su infantería pesada en el centro, en una formación con mayor profundidad de lo normal.
Para contrarrestar ese plan, Aníbal utilizó una táctica de tenaza: tras colocar a la infantería, en la que confiaba menos, en el centro, con los flancos compuestos de caballería cartaginesa, sus líneas fueron adoptando una forma de luna creciente, haciendo avanzar a sus tropas veteranas de los laterales.
En el momento álgido de la batalla, las tropas cartaginesas del centro de la formación se retiraron ante el avance de los romanos y, al avanzar estos, se encontraron sin darse cuenta dentro de un largo arco de enemigos que les rodeaban. Atacados desde todos los flancos y sin vía de escape, el ejército romano fue destruido. Se estima que entre 60.000 y 70.000 romanos murieron o fueron capturados en Cannas, incluyendo al cónsul Lucio Emilio Paulo y a ochenta senadores romanos.
Estatua de Aníbal Barca, según representación de François Girardon en 1704, situado en el Patio Puget del Louvre. Aníbal se representa contando los anillos de los soldados romanos tomados en la batalla de Cannas, el 216 a. C.
La estrategia de Aníbal.
Ante esta situación política, el Senado Romano no renovó los poderes dictatoriales a la finalización del mandato, y devolvió el mando del ejército a los cónsules Cneo Servilio Gémino y Marco Atilio Régulo. En 216 a. C., las elecciones consulares finalizaron con la elección de Cayo Terencio Varrón y Lucio Emilio Paulo, que tomaron el mando del ejército que se había reclutado para enfrentarse con Aníbal. El ejército reunido superaba en tamaño a cualquier ejército anterior en la historia romana hasta esa fecha, y sobre su composición Polibio escribió lo siguiente:
"El Senado determinó llevar a ocho legiones al campo de batalla, algo que Roma no había hecho antes, cada legión formada por cinco mil hombres más los aliados. (...) La mayoría de sus guerras se deciden por un cónsul y dos legiones, con su cuota de aliados; y raramente emplean las cuatro al mismo tiempo en un único servicio. Pero en esta ocasión, tan grande era la alarma y el terror de lo que podría suceder, que decidieron enviar no cuatro sino ocho legiones al campo de batalla."
El cónsul Varrón, que estaba al mando el primer día, es presentado por las fuentes antiguas como un hombre de naturaleza descuidada y que estaba determinado a vencer a Aníbal. Mientras que los romanos se acercaban a Cannas, una pequeña porción de las fuerzas de Aníbal emboscaron al ejército romano, y Varrón repelió con éxito el ataque continuando el viaje a Cannas. Esta victoria, aunque esencialmente se trató más de una escaramuza sin valor estratégico que de una verdadera victoria militar, disparó la confianza del ejército romano y es posible que la del propio cónsul Varrón.
Paulo, sin embargo, era contrario a proceder al enfrentamiento tal y como se estaba planteando. Al contrario que Varrón, éste cónsul era un hombre prudente y cauteloso, y consideraba que era estúpido luchar en campo abierto contra Aníbal, a pesar de la superioridad numérica de los romanos. Esto tenía sentido táctico, puesto que Aníbal seguía manteniendo su ventaja en el ámbito de las tropas de caballería, en dónde contaba con mayor número de efectivos y de mayor calidad. Sin embargo, y a pesar de sus reticencias, Paulo tampoco consideró acertado retirar al ejército tras ese éxito inicial, y decidió ordenar acampar a dos tercios de su ejército al este del río Aufidus, enviando al resto de sus hombres a fortificar una posición en la ribera opuesta.
Un campamento móbil Romano. Los mismos legionarios debían montar y preparar su campamento en un par de horas.
Las fuerzas combinadas de los dos cónsules sumaban un total 75.000 soldados de infantería, 2400 de caballería romana y 4000 de caballería aliada, contando únicamente a la porción de tropas que se utilizó en la batalla campal. Además, en los dos campamentos fortificados había otros 2600 hombres de infantería pesada y 7400 de infantería ligera (un total de unos 10.000), por lo que la fuerza total que los romanos llevaron a la guerra equivalía a unos 86.400 hombres. En el otro bando, el ejército cartaginés estaba compuesto aproximadamente por 40.000 hombres de infantería pesada, 6000 de infantería ligera y 8000 de caballería.
A la izquierda un veles o infante ligero, armado con un yelmo, escudo, espada y jabalinas. Los velites romanos se cubrían con una piel de lobo. A la derecha, magnífica ilustración de Jeff Burn (Ed. Salamander books), un triarius (soldado veterano) armado con yelmo, lanza, escudo, espada, greba para la pierna derecha y cota de malla de anillos de hierro. A su lado un hastatus (soldado inexperto) armado con yelmo, espada, escudo, greba para la pierna izquierda, dos pila y un peto cuadrado de bronce que protege el pecho.
El ejército cartaginés estaba compuesto por una amalgama de soldados procedentes de distintas y numerosas regiones. Junto con un núcleo de 8000 libios equipados con armadura romana, luchaban también 8000 íberos, 16.000 galos (de los cuales 8000 permanecieron en el campamento el día de la batalla) y un número desconocido de infantería gaélica. La caballería de Aníbal también tenía distintas procedencias: Había 4000 númidas, 2000 hispanos, 4000 galos y 450 libios y fenicios. Finalmente, Aníbal contaba con unos 8000 hostigadores compuestos por honderos baleares y lanceros de diversas nacionalidades. Todos estos grupos específicos aportaban sus distintas capacidades al ejército cartaginés, siendo su factor unificador la unión personal que cada grupo tenía con el líder del ejército, Aníbal.
"Los leones de Cártago" este era el aspecto de los guerreros de infantería pesada de Aníbal. Su despliegue era parecido a los Macedonios de Alejandro Magno, con una versión un poco más corta de la Sarissa (lanza) Macedonia y una formación en falange. Todos eran mercenarios, su fortaleza y su debilidad al mismo tiempo.
De sus armas.
Las fuerzas de la república utilizaban el tradicional equipamiento militar romano de la época de las Guerras Púnicas, incluyendo el pilum y los hastae como armas, así como los escudos, las armaduras y los cascos tradicionales. En el bando opuesto, los cartagineses utilizaban una gran variedad de equipamientos distintos. Los libios luchaban con las armaduras y el equipamiento tomados de los romanos derrotados en anteriores enfrentamientos; los hispanos luchaban con espadas diseñadas para cortar y ensartar, jabalinas y lanzas incendiarias y se defendían con grandes escudos de forma ovalada; y los galos llevaban espadas largas y pequeños pero resistentes escudos ovalados.
Los jinetes númidas eran caballería ligera africana y eran utilizados para acosar a las tropas de a pie por la espalda, de preferencia atravesándolos con sus jabalinas. Al ser caballería ligera eran inalcanzables por la infantería. Fueron los predilectos de Escipión el africano.
La caballeria pesada ibérica era la tropa en la que Aníbal invirtió más tiempo y dinero, pero en Cannae le rindió frutos. Ya que ésta inflexible unidad hizo huir primero a la caballería pesada Romana, luego a la ligera y al fin volvieron a rematar a la infantería Romana por la espalda.
Jinete romano de la época de Cannas (216 a.C.) armado con escudo redondo (aquí no aparece), yelmo, lanza, espada griega y cota de malla.
GLADIUS HISPANIENSIS o "espada española". Fue en la Segunda Guerra Púnica cuando los romanos tuvieron que vérselas con esta formidable espada que portaban los infantes Hispanos de Aníbal. De la espada española se ha dicho que ninguna otra arma ha matado a más hombres a lo largo de la Historia hasta la llegada de las armas de fuego. Y es cierto. La espada española causó más muertes en sus 400 años de historia que todas las armas juntas en todas las guerras durante la Edad Media.
De las tácticas
El despliegue convencional de los ejércitos en aquella época consistía en situar a la infantería en el centro de la formación, colocando a la caballería en las dos «alas» o flancos laterales. Los romanos siguieron con este sistema de despliegue de forma muy fiel, aunque añadieron una mayor profundidad a su formación mediante la colocación de muchas cohortes, en lugar de optar por dar mayor espacio a su infantería. Posiblemente los comandantes romanos esperaban que esta concentración de fuerzas permitiese romper rápidamente el centro de la línea enemiga. Varrón sabía que la infantería romana había logrado romper el centro de la formación cartaginesa en la batalla del Trebia, y su intención era recrear esto a mayor escala.
Los princeps se colocaron inmediatamente detrás de los hastati, preparados para empujar hacia adelante en cuanto comenzara el contacto con el enemigo, y asegurando con ello que los romanos presentaran un frente sin huecos. Polibio escribió que «los manípulos estaban más cercanos los unos a los otros, los intervalos eran más cortos, y los manípulos mostraban una mayor profundidad que frente». A pesar de superar ampliamente a los cartagineses en cuanto a número de tropas, este despliegue suponía en la práctica que las líneas romanas tuvieran aproximadamente la misma longitud que la de sus oponentes
La imagen final que ofrecía el ejército romano mantenía por tanto el estilo clásico. En líneas perpendiculares al río, los romanos presentaban dos bloques en líneas cerradas, el de la infantería ligera delante y el de la pesada detrás. A su derecha, junto al río, la caballería romana y en el flanco izquierdo la caballería compuesta por aliados de Roma.
Desde el punto de vista del cónsul Varrón, Aníbal parecía tener poco espacio para maniobrar y ninguna posibilidad de retirada, debido a su elección de desplegarse con el río Aufidus a su retaguardia. Varrón pensaba que cuando fuesen presionados por la superioridad numérica del ejército romano, los cartagineses caerían hacia el río y, sin sitio para maniobrar, cundiría el pánico. Por otro lado, Varrón había estudiado las últimas victorias de Aníbal, en las que sus victorias se habían producido en gran parte gracias a una serie de subterfugios del general cartaginés. Debido a esto, Varrón buscó una batalla en campo abierto, en el que no hubiera posibilidad de que tropas ocultas preparasen una emboscada.
Los equites eran la caballería y eran personas que pertenecían a una casta especial. El "Ordo Equester".
Aníbal también formó su tropa en dos líneas, pero no las hizo compactas. Las desplegó con el centro apuntando ligeramente al centro romano, basándose en las cualidades particulares de lucha que cada unidad poseía, y teniendo en cuenta tanto sus fortalezas como sus debilidades para el diseño de su estrategia. Colocó a los íberos, galos y celtíberos en el centro, alternando la composición étnica de las tropas de la línea del frente. El centro de Aníbal lo componían sus tropas íberas más disciplinadas, mientras que detrás de éstos se situaban los galos, con menor grado de disciplina. La infantería púnica de Aníbal se posicionó en las alas, justo en el extremo de su línea de infantería.
Se suele pensar erróneamente que las tropas africanas de Aníbal estaban armadas con picas, teoría aportada por el historiador Peter Connolly. En realidad, las tropas libias llevaban lanzas más cortas incluso que las de los triarii romanos. Su ventaja, por tanto, no eran las picas, sino la experiencia de su infantería, muy veterana tras tantas batallas, que permaneció cohesionada y atacó los flancos romanos.
Una visión similar tenían las confundidas tropas romanas avanzando contra el débil centro compuesto por celtas é íberos.
Aníbal colocó a su caballería, compuesta principalmente de caballería hispana y de caballería ligera númida, esperando que pudieran derrotar rápidamente a la caballería romana de los flancos y que girasen para atacar a la infantería desde la retaguardia, mientras ésta intentaba atravesar el centro de la formación cartaginesa. Sus veteranas tropas africanas atacarían entonces desde los flancos en el momento crucial y rodearían al ejército romano.
Tras rodearles, se produjeron una serie de factores que favorecieron la victoria cartaginesa. En primer lugar, en lugar de enfrentarse a una dura línea de triarii veteranos que normalmente se ubicaban en la retaguardia, la caballería se encontró con los hostigadores velites, que estaban en plena retirada a través de las líneas tras haber hecho su labor de hostigamiento. Esto permitió a los cartagineses acabar estratégicamente con los líderes de las centurias a la vez que creó una gran confusión entre los hastati. Esta confusión fue también alimentada por el bombardeo con proyectiles que estaba recibiendo el ejército romano: este bombardeo, si bien sólo producía heridas leves, hacía que los laterales del ejército romano tratasen de refugiarse acercándose al centro de la formación, lo cual provocó una situación en la que las tropas romanas estaban demasiado cercanas las unas a las otras como para poder utilizar con efectividad sus armas, incrementando el número de bajas.
La Batalla en todo su apogeo, muerte, gritos y ruidos metálicos atronadores. ¿Quién dice que el infierno no existe?
Aníbal no se sentía impedido por su posición en contra del río Aufidus. Por el contrario, supuso una factor principal de su estrategia: el río protegía sus flancos de ser superados por el ejército más numeroso de los romanos y la existencia de esa barrera natural implicaba que la única vía de retirada de los romanos era su flanco izquierdo. Además, las fuerzas cartaginesas habían maniobrado de forma que los romanos estuviesen mirando al este, con lo que no sólo recibían en la cara el sol de la mañana, sino que los vientos del sudeste arrojaban tierra y polvo sobre sus caras a medida que se aproximaban al campo de batalla. Se puede decir, por tanto, que el despliegue de tropas realizado por Aníbal, basado en su percepción y entendimiento de las capacidades de sus tropas, resultó decisivo en la batalla.
El despliegue
A medida que los ejércitos avanzaban uno hacia el otro, Aníbal fue extendiendo de forma gradual el centro de su línea. Tal y como describe Polibio:
“Tras desplegar a su ejército al completo en una línea recta, tomó a varias compañías de celtas y de hispanos y avanzó con ellas, manteniendo al resto en contacto con estas compañías, pero quedándose atrás de forma gradual, para conseguir una formación en forma de luna creciente. La línea de compañías de flanqueo iba estrechándose cada vez más a medida que se prolongaba, siendo su objetivo utilizar a los africanos como fuerza de reserva y comenzar la lucha con los celtas y los hispanos.”
La falcata Ibérica. En todo el Mediterráneo se admiraba la calidad de estas armas, fabricadas con un mineral de hierro de altísima pureza. Su flexibilidad era tal que los maestros armeros la colocaban sobre sus cabezas doblándolas hasta que la punta y la empuñadura tocaban sus hombros. Si la espada volvía a su posición recta al soltarla de golpe era una obra de arte, si no se fundía para volver a fabricarla. Era de ascendencia griega.
Polibio describe un centro cartaginés muy débil, desplegado en curva con los romanos en el centro y las tropas africanas en los flancos y en formación diagonal. Se cree que el propósito de esta formación era romper el impulso frontal de la infantería romana y retrasar su avance hasta que se produjesen otros acontecimientos que permitiesen a Aníbal desplegar su infantería africana de la forma más efectiva posible. En cualquier caso, algunos historiadores han tachado a este relato de fantasioso, y comentan que la curvatura del ejército cartaginés se pudo deber, o bien por la curvatura natural que se produce cuando una línea de infantería avanza, o bien a la propia reacción del ejército cartaginés al enfrentarse al choque con el pesado centro de infantería romana.
Cuando los ejércitos se encontraron, la caballería se lanzó en un fiero ataque sobre el ejército romano. Polibio nos describe la escena comentando que «cuando los caballos hispanos y celtas del ala izquierda colisionaron con la caballería romana, la lucha que se produjo fue verdaderamente barbárica». La caballería cartaginesa rápidamente venció a la inferior caballería romana del flanco derecho y les sobrepasaron. En ese momento, una porción de la caballería se dividió del ala izquierda y dio un rodeo atravesando la retaguardia romana hacia el flanco derecho, en dónde atacó a la caballería romana de ese flanco desde la retaguardia. Éstos, siendo atacados desde los dos frentes, se dispersaron rápidamente ante el ataque cartaginés.
Exterminio del ejército romano.
Por otro lado, mientras que los cartagineses derrotaban a la caballería romana, los dos ejércitos principales, compuestos por la infantería de ambos bandos, avanzaron el uno contra el otro en el centro del campo de batalla. Para poder entender bien la batalla, es necesario detenerse a examinar las duras condiciones a las que estaban sometidos los soldados de infantería romanos, y que hacían que la batalla fuese especialmente difícil para ellos: A medida que los romanos avanzaban, el viento del este soplaba hacia ellos, arrojando polvo sobre sus caras y obstaculizando su visión. En este aspecto, es importante tener en cuenta que los dos ejércitos levantaban mucho polvo al desplazarse, lo que amplificaba el efecto del viento. Además del polvo, otro factor importante de la batalla fue la falta de sueño de las tropas: debido a la distancia entre los campamentos y el campo de batalla, es muy posible que ambos ejércitos se hubiesen visto obligados a dormir muy poco tiempo. En particular, los romanos sufrían la falta de una buena hidratación previa a la batalla, causada por el ataque de Aníbal a su campamento el día anterior que les había impedido suministrarse del río. Por último, la masiva cantidad de tropas suponía un tremendo estruendo de fondo, lo cual era psicológicamente muy duro para los hombres de la formación.
Los cartagineses dispusieron una línea con unos 800 honderos baleares para intentar frenar el avance de las tropas romanas, pero no tuvo éxito. Cuando ambos ejércitos estaban uno en frente de otro se inició una auténtica lluvia de lanzas entre los hostigadores. Tras ese inicio comenzó la batalla cuerpo a cuerpo.
Aníbal se colocó junto con sus hombres en el débil centro de la formación, y les hizo desplazarse en una retirada controlada. Conociendo la superioridad de la infantería romana, Aníbal dio instrucciones para esta retirada, creando un semicírculo cada vez más estrecho que iba rodeando a las fuerzas romanas. Los romanos empujaron en su ataque y el centro de Aníbal cedió terreno, curvándose hacia atrás, ocupando el centro romano el espacio desalojado por el centro cartaginés. Con ese movimiento, Aníbal convirtió la fuerza de la infantería romana en una debilidad: A medida que las tropas avanzaban, el grupo de tropas romanas comenzaban a perder cohesión debido a que los soldados comenzaban a empujar los unos contra los otros hasta que llegaron a situarse tan próximos los unos a los otros que no tenían espacio ni para maniobrar con sus armas. Además, en su intento de romper cuanto antes la línea de tropas gálicas e hispanas, los romanos habían ignorado (puede que también debido al polvo) a las tropas africanas que se habían colocado sin oposición en los extremos de la formación cartaginesa. La caballería cartaginesa, por su parte, ya había conseguido eliminar a la caballería romana de los dos flancos, y cargó contra el centro de la formación romana desde la retaguardia.
Carga de los jinetes cartagineses sobre los extenuados legionarios romanos, el colmo de la desesperación cundió en este momento. Los trajes están mal históricamente pero pico, se entiende.El ejército romano, con sus flancos eliminados, formó una cuña que iba introduciéndose cada vez más dentro del semicírculo cartaginés, metiéndose de lleno en una ubicación en la que la infantería africana controlaba ambos flancos. En este momento, Aníbal ordenó atacar a su infantería africana, rodeando por completo a los romanos en lo que se convertiría en el primer ejemplo bélico conocido de movimiento de tenaza.
Cuando la caballería cartaginesa atacó a los romanos por la retaguardia y las tropas africanas asaltaron la formación desde las alas, el avance de la infantería romana quedó detenido bruscamente. Los romanos estaban atrapados, y sin vía de escape. Polibio comenta que, «a medida que las tropas del exterior eran masacradas, los supervivientes se veían forzados a retirarse hacia el centro y agruparse más, hasta que finamente todos murieron en el lugar en el que se encontraban».
El ejército romano fue envuelto, rodeado y rematado por la caballería enemiga.
Los Cartagineses, al poner a sus tropas más débiles al centro (celtas) hicieron que su línea colapsara, pero jamás se rompiera, debido a la disciplina que tenían éstas.
Los legionarios estaban aterrorizados. No podían ni siquiera alzar los escudos para defenderse, ni podían desenvainar sus espadas. En ese momento la falange ibera avanzó hacia el cerco para atacar por los flancos a los romanos. Los iberos que habían retrocedido, gracias a sus cortas pero mortales espadas hicieron una masacre entre las filas enemigas. Tras esta batalla los romanos, impresionados por la eficacia de la espada ibera, adoptarían una similar para sus tropas (el conocido como gladius hispaniensis).
Aníbal, viendo que su plan estaba resultando en una victoria casi total y necesitando todavía consolidar sus logros, y tomar únicamente a aquellos prisioneros que estuviesen dispuestos a cambiar de bando en la guerra, ordenó a sus hombres que mutilasen rápidamente a los enemigos supervivientes. Más adelante, cuando ya no había soldados romanos con capacidad de resistencia al enemigo, procederían a masacrar a los romanos sin obstrucción alguna.
Tito Livio describe lo siguiente:
“Había tantos miles de romanos yaciendo (...) Algunos, con sus heridas, agravadas por el frío de la mañana, se levantaban, y a medida que se levantaban cubiertos de sangre de entre la masa de masacrados, eran sobrepasados por el enemigo. Otros fueron encontrados con sus cabezas enterradas en la tierra, en agujeros que habían excavado; habiendo con ello, parece, creado sus propias tumbas, en las que se habían asfixiado ellos mismos.”Fueron masacrados casi seiscientos legionarios por minuto hasta que la oscuridad trajo su fin al derramamiento de sangre. Sólo 14.000 hombres lograron escapar, la mayoría de los cuales habían logrado abrir una vía de escape hacia la cercana ciudad de Canusium. Al final del día, de las tropas iniciales romanas compuestas por 87.000 hombres, sólo habían sobrevivido alrededor de uno de cada seis hombres.
Animación de la insuperable táctica que Anibal cocinó poco a poco para llevar a la perdición a los valientes, ordenados, disciplinados y estúpidos Romanos.
Bajas
Aunque la cifra exacta de bajas probablemente nunca llegue a conocerse, Tito Livio y Polibio nos ofrecen unas cifras según las cuales murieron entre 50.000 y 70.000 romanos y entre 3000 y 4500 fueron hechos prisioneros. Entre los muertos se encontraba el propio Lucio Emilio Paulo, así como los dos cónsules del año precedente, dos cuestores, veintinueve de los cuarenta y ocho tribunos militares y unos ochenta senadores (en una época en la que el Senado romano estaba compuesto tan sólo por unos 300 hombres, por lo que la cifra constituye entre un 25 y un 30% del total). Otros 8000 hombres de los dos campamentos romanos y de los poblados vecinos se rindieron al día siguiente (después de que la resistencia se cobrara todavía más víctimas, aproximadamente 2000).
Finalmente, puede que más de 75.000 romanos de una fuerza original de 87.000 resultasen muertos o capturados, totalizando más del 85% del ejército total. De los que participaron en la batalla, puede que el 95% de los romanos y aliados muriesen o fueran capturados.
Se perdieron más vidas romanas en Cannas que en cualquier otra batalla posterior, exceptuando quizás la batalla de Arausio del año 105 a. C. [ Además, Cannas es la segunda batalla con mayor porcentaje de bajas de toda la historia de Roma, situándose sólo por detrás de la batalla del bosque de Teutoburgo (año 9 d. C.).
Por su parte, los cartagineses sufrieron 16.700 bajas, la mayoría de ellas de celtíberos e íberos. De éstas, 6000 fueron mortales: 4000 celtíberos, 1500 íberos y africanos y el resto de caballería.
La cifra total de bajas en la batalla, por tanto, excede de 80.000 hombres. En la época en que se produjo, Cannas posiblemente fue la segunda batalla con más bajas de la historia conocida, por detrás de la batalla de Platea (comparándola con las cifras que sobre la batalla de Platea ofrece Heródoto y que son consideradas exageradas por muchos historiadores modernos), si bien en Platea la mayoría de las bajas no se produjeron en el transcurso de la propia batalla, sino que ocurrieron en la persecución del ejército persa tras su derrota. Hasta las invasiones mongolas, 1500 años después, la batalla de Cannas estuvo entre las diez batallas más costosas en término de vidas humanas de la historia, e incluso hoy en día todavía permanece dentro de las cincuenta batallas más letales de la historia.
Como comentario final puedo aportar que los muertos de la batalla de Cannas fueron superiores a todos los muertos que tuvieron los estadounidenses durante toda la guerra de viet-nam. ¡Y en un sólo día!
Aspecto actual de Cártago.
La tercera guerra púnica, liderada por Publio Cornelio Escipión Emiliano, acabó tras un asedio de tres años de duración en el que finalmente los romanos lograron romper las murallas de Cártago, la saquearon, y procedieron a quemarla por completo hasta sus cimientos, luego se arrojó sal para que nada creciera sobre esta odiada y temida tierra. Los habitantes supervivientes fueron vendidos como esclavos.
De aquí el dicho de "Ganó la batalla, pero no la guerra"
Como acostumbrado bonus les traigo El tema Raining blood, tocado por una banda fetiche: Vader. Si, señor ese día del 216 A.C. si que llovió sangre.
Acá les dejo una simulación de como fue la batalla con el motor gráfico del insuperable Rome: Total War y la ayuda de los gringos de discovery channel.
Segunda parte de la misma gueá. Vae victus legionarios!
Muy interesante, mis Furiosas felicitaciones. Ese Aníbal sabía lo que hacía. Además, ESAS eran guerras. No como la mierda de hoy en día. Hay que volver a esa época.
ResponderEliminarSaludos!
K
Demás, en ésa época veías a quien te mataba a los ojos. Ahora apretan un botón y vuela una manzana completa. Brutalidad sin arte.
ResponderEliminarSaludos y que la furia siga imperecedera.
...sobre ese tema del que platican escribí una calavera(versos burlescos pal día de muertos)...
ResponderEliminarLAS ARMAS
El humano no ha podido
en dos mil años de historia
mover al revés la noria:
Siempre muere lo nacido.
De la muerte no te libra
la moderna medicina,
pero la ciencia divina
si te cura de la vida.
Si usó guadaña la muerte
para partir una jeta,
hoy con una metralleta
se lleva un montón de gente.
No hay ya muerte individual:
Las bombas y los aviones
se llevan muchos cabrones
para el infierno llenar!
Buena calavera socio. A pesar de no saber nada de poesía, me parece bien rimada.
ResponderEliminarMe he imaginado a la muerte con una ametralladora, Grosso.
¡Muy grande este post! Siempre que leo algo sobre Aníbal me pregunto que le impidió dar el golpe de gracia a una roma que se encontraba postrada a sus pies. Ganó la batalla pero perdió la guerra. Aún así, Aníbal no deja de ser un estratega genial y temerario. Su ofesiva contra roma a través de los Alpes es una gesta que muy poco han logrado. Una locura que acabó relativamente bien.
ResponderEliminarOtra de las grandes cuestiones que navegan por mi cabeza es imaginar cómo sería el mundo su las tropas cartaginesas hubiesen tomado Roma.
Mis felicitaciones por este artículo. Un saludo