Los almogávares eran unas tropas de infantería ligera formadas por montañeros pirenaicos catalanes y aragoneses. No habitaban en ciudades ni villas, su vida era la guerra. Los almogávares eran los soldados más bravos y temibles de su época. Iban armados con lo justo y se movían con sorprendente agilidad en cualquier campo de batalla. Se agrupaban en compañías no muy numerosas, lideradas por un caudillo que las sometía a una disciplina férrea. O vencían o morían: no había término medio. Les iba la vida en ello, y no sólo porque no daban cuartel en el combate, sino porque carecían de impedimenta: vivían de lo que saqueaban al vencido tras haberle aniquilado. No llevaban armadura, ni casco, ni siquiera la socorrida cota de malla, tan en boga en aquellos tiempos. Su equipo se limitaba a una lanza colgada al hombro, unos dardos o azconas –que lanzaban con tanta fuerza que eran capaces de atravesar los escudos del adversario– y un afilado chuzo, su arma más mortífera. Antes de entrar en combate golpeaban con fuerza el chuzo contra las piedras, hasta que saltaban chispas; entonces, cuando el sonido era ya ensordecedor, gritaban al unísono: "Desperta, ferro!", seguido de los más tradicionales "Aragó, Aragó!" o "Sant Jordi!", y se lanzaban sobre el enemigo como auténticos diablos.
A los enemigos, según veían de lejos el dantesco espectáculo, se les helaba la sangre en las venas. Su destino estaba sentenciado. Los almogávares no tomaban prisioneros ni hacían distingos; mataban a todos y se jactaban de que, durante la batalla, su chuzo había pasado más tiempo dentro del cuerpo del adversario que fuera. El emperador de Bizancio Andrónico II Paleólogo, tenía encima a los turcos que venían del Asia Menor, y solicitó ayuda a Federico de Sicilia, heredero de Pedro el Grande. Éste, le envió a la Gran Compañía Catalana de los Almogávares, con Roger de Flor al frente. Despacharon a más de 40.000 turcos. El emperador Andrónico temiendo lo peor decide sacudirse a semejantes animales y confabula con su hijo Miguel Paleólogo, le ofrecen a Roger de Flor un banquete al que lo acompaña todo su estado mayor, y cuando Roger y los suyos estaban prácticamente borrachos aparecieron mercenarios alanos que decapitaron a Roger y a toda su plana mayor de oficiales.
Miguel Paleólogo pensó que muerto el gran líder y su estado mayor, los Almogávares serían presa fácil y se lanzó a aplastarlos con todo el ejército Bizantino. Los Almogávares se dieron cuenta de lo sucedido, y bajo el mando de Berenguer de Entenza, uno de los jefes supervivientes gritaron: Aragón, Aragón Desperta Ferro! Y se despacharon a 26.000 bizantinos, que caían como trigo bajo la guadaña, luego persiguieron a los mercenarios alanos matando a 8.700, y después asolaron a placer el resto de Grecia, Tracia y Macedonia en lo que se conoce como la "Venganza Catalana".